Hablar del tianguis es hablar del México prehispánico, de nuestras raíces, costumbres y tradiciones, pero también es hablar de un concepto de comercio que llamó poderosamente la atención de los conquistadores.
Con base a los escritos que dejaron Hernán Cortés y El Conquistador Anónimo, se sabe que quedaron boquiabiertos ante el número incalculable de personas reunidas en el tianguis de Tlatelolco: “Los primeros testigos oculares avanzaban la cifra de entre 40 000 y 60 000 personas. (Cortés, Cartas de Reación, Segunda Carta:63).” Además, los españoles quedaron fascinados con el orden de exhibición y colorido de innumerables mercancías totalmente nuevas para ellos.
Mientras los pochtecas o comerciantes especializados se dedicaban al intercambio de mercancías que podían venir desde zonas muy lejanas, los tamemes o cargadores se encargaban de transportar las mercancías en tianguis tan importantes como el de Huejotzingo, Tenochtitlán, Texcoco, Tlaxcala, Xochimilco y por supuesto el de Tlatelolco.
El mercado de Tlatelolco ocupaba un gran espacio al aire libre y tenía un carácter social y económico. Para el pueblo era el lugar para enterarse de las noticias, ver a los amigos y buscar, entre las jóvenes solteras, la futura esposa de un joven. En lo comercial, era el primer centro de intercambio del área donde se encontraba toda clase de productos y mercancías. En aquel tiempo el intercambio se hacía por trueque directo, ya fuera ofreciendo un producto por otro, o bien, cuando se trataba de objetos de gran valor, cambiándolos por cacao, por oro en polvo o por hachuelas de cobre y ciertos textiles que funcionaban como una especie de moneda.
El tianguis estaba perfectamente organizado por secciones o calles. En una sección estaban los vendedores de animales, en otra los puestos de comida, después se encontraba la sección de verduras, vegetales y frutas. También había una sección de curanderos y toda clase de hierbas, animales, diversos polvos y rocas para fines medicinales y de hechicería. De igual manera estaban la sección de textiles y la de cerámicas, minerales y pigmentos. Además, tenía una sección exclusiva para los nobles donde había animales exóticos, joyería, ornamentos, piedras y metales preciosos.
Después de siglos el tianguis sigue vivo, sigue siendo competencia de la tiendita, los mercados, las tiendas de autoservicio y los grandes centros comerciales. Para muchos mexicanos las frutas, verduras, carnes y pescados son de mayor calidad y “más frescos” en los tianguis y mercados en comparación con los súpers.
Es evidente que el tianguis forma parte de nuestra historia y de nuestra vida diaria. Gracias a los estudios de Amalia Attolini Lecón, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sabemos que aún hoy existen tianguis de origen prehispánico en lugares como Cuetzalan, Puebla; Tianguistenco y Otumba en el Estado de México; Tenejapa y San Juan Chamula en Chiapas; Chilapa, Guerrero; Zacualpan de Amilpas, Morelos o Ixmiquilpan en Hidalgo. Bien vale la pena darse una vuelta a esos lugares tan nuestros.
Fuentes: iifilologicas.unam.mx, masdemx.com y mexicodesconocido.com.mx