México podría golpear 4 mil millones de dólares en importaciones anuales de maíz y soja de Estados Unidos si el presidente Donald Trump intensifica una disputa comercial con nuevos aranceles, dijeron esta semana funcionarios a Reuters, y está estudiando cómo reducir el impacto de la medida.
A principios de mes, México tomó represalias contra productos estadounidenses como manzanas y carne de cerdo después de que Trump impuso aranceles al acero y aluminio mexicanos.
Pero no incluyó en la lista a los productos agrícolas estadounidenses más lucrativos: los granos, especialmente el maíz y la soja, utilizados para alimentar vacas, cerdos y pollos de México.
Los aranceles afectarían al principal mercado de exportación de los productores de maíz de Estados Unidos. México podría tratar de disminuir el impacto en su propia industria y en los consumidores abriendo cuotas libres de arancel que podrían representar un aliciente para proveedores como Brasil y Argentina.
«Este es un tema que está para la fase dos», dijo Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), el principal organismo empresarial de su sector en México.
Afirmó que los aranceles se discutieron en una reunión a la que asistió el 4 de junio en la Secretaría de Agricultura, a cargo de la política comercial.
El empresario dijo que cualquier movimiento en contra de los granos apuntaría al cinturón de maíz de Estados Unidos y mencionó a estados como Misuri, Kansas, Iowa y Nebraska, que votaron por Trump en la elección presidencial de 2016.
Raúl Urteaga, director de comercio internacional de la Secretaría de Agricultura de México, dijo que México «por el momento, por ahora» no estaba apuntando a los granos de Estados Unidos, pero se negó a descartar tal medida en el futuro y dijo que México estaba buscando proveedores alternativos.
Un funcionario de la Secretaría de Economía de México declinó a decir si los funcionarios estaban estudiando o no los aranceles a los granos de Estados Unidos y se remitió a los aranceles de represalia anunciados a principios de este mes.
La decisión de no imponer aranceles al maíz y soja estadounidenses como parte de la represalia de México tenía el propósito de mantener opciones en la mesa de negociaciones mientras continúan las conversaciones comerciales y para evitar perjudicar al consumidor mexicano con precios más altos, dijo una fuente comercial familiarizada con el asunto.
Una de las principales preocupaciones de México es la decisión de Trump de iniciar una investigación de seguridad nacional bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión de Comercio de 1962 que se centraría en si las importaciones de vehículos y partes está amenazando a la salud de la industria, que podría golpear al sector automotor mexicano de 67 mil millones de dólares.
«Para esto nos estamos preparando», dijo Bosco de la Vega. En las últimas dos décadas, los granos baratos de Estados Unidos han ayudado a transformar el creciente sector ganadero de res de México, en particular, en un importante exportador mundial.
Si se impusieran aranceles mexicanos de represalia a la soja y al maíz, la industria se esforzaría por encontrar suficientes proveedores alternativos sin costos significativamente más altos. Algunos en México no creen que se pueda hacer sin infligir un daño grave.
«No hay una posibilidad real de sustitución de estos dos productos a corto plazo. Las implicaciones son clarísimas. En el caso de carne de cerdo y de res el impacto en materia de costos sería brutal y eso se transferiría primero que nadie al consumidor mexicano», dijo Mariano Ruiz-Funes, un exsubsecretario de agricultura.
De la Vega dijo que se está evaluando con la Secretaría de Economía la posibilidad de abrir una amplia cuota libre de aranceles para atraer importaciones de otros proveedores y contrarrestar el mayor costo de los granos estadounidenses, que fue lo que hizo la semana pasada con la carne de cerdo.
Los beneficiarios inmediatos podrían ser Brasil y Argentina, países a los que los importadores mexicanos ya están comprando más granos, tanto por razones económicas como por parte de una estrategia revitalizada para reducir la dependencia de Estados Unidos desde que Trump comenzó a amenazar con sacar a su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).