Pero los funcionarios económicos mexicanos y todos esos grupos empresariales se están topando con una verdad incómoda: los hechos y la lógica económica tienen un peso limitado en el Washington de hoy.
«Lo más importante no se trata de hechos, hay que ver la política de esto», dijo un representante de una firma de cabildeo con sede en Washington que trabaja con clientes proNAFTA. Aunque los grupos de la industria han explicado cómo un retiro dañaría sus negocios, sus trabajadores y la economía, la Casa Blanca quiere complacer a sus bases, como lo hizo Trump en la campaña electoral.
Gary Hufbauer, miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional, pensó que el fuego y el azufre en torno a NAFTA se desvanecerían después de las elecciones. Pero después de que Trump continuó aumentando su retórica sobre la terminación, y luego de que el representante comercial de EU presentara una lista de demandas, Hufbauer se volvió menos optimista.
«Estas demandas enérgicas no son aceptables para México y Canadá. Y esa es la posición en la que nos encontramos ahora. Puede que no haya una resolución», advirtió.
El resultado final, si las conversaciones fracasan y los tres países acaban destrozando el pacto de 23 años, es que un presidente que se postuló con el apoyo de muchos agricultores, grupos de la industria y el sector rural, ahora amenaza con poner en peligro sus medios de subsistencia y grandes porciones de la economía estadounidense.