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El coyol, el «oro verde» en Brasil

Hace unos años, se le veía como una fuente de biocombustible muy prometedora, hoy es una planta de usos múltiples con un potencial comercial que está a punto de despuntar.

El coyol (Acrocomia aculeata) ha superado las expectativas de los científicos. «El aceite de coyol, por ejemplo, es muy noble», asegura el biólogo y profesor de la Universidad Federal de Viçosa, Sergio Motoike.

«Se puede emplear en la alimentación humana, la oleoquímica y la cosmética, industrias que pagan mucho más que la de los biocombustibles», agrega.

Esta diversificación de usos, según Motoike, evitaría que se repita la frustración que muchos vivieron con el ricino. Este cultivo fue promovido por el gobierno de Luis Ignácio Lula da Silva para la producción de biodiésel, pero fracasó por la falta de capital e inversiones en la tecnología necesaria para producirlo.

En el caso del coyol, las alternativas para su explotación garantizarían su rentabilidad. Y, de no haber contratiempos, este sería el momento perfecto para apostar por su cultivo.

El coyol es originario de Brasil, donde se lo conoce como la palmera más común. Sin embargo, se puede encontrar en otros países de América Latina. Mide entre 5 y 15 metros de altura, tiene espinas en su tronco y hojas y soporta bien las sequías.

Aplicaciones

Su fruto se divide en cuatro partes: la cáscara, la pulpa, el endocarpio (parte dura que envuelve a la semilla) y la almendra. Con su pulpa se produce un aceite recomendado para la fabricación de biodiésel, de biokerosene y del propio aceite de coyol. Casi todo en este fruto es aprovechable.

El aceite hecho con su almendra tiene características ideales para la fabricación de cosméticos, ya que facilita la penetración del producto en la piel.

Al procesar tanto los frutos como la cáscara, se obtiene una pasta rica en proteínas buena para alimentar al ganado.

El endocarpio se puede emplear para el tratamiento del carbón activado, que se utiliza como filtro para purificar aire y líquidos.

Más rentable que la soja

Entre el sexto y el séptimo año de vida, cada hectárea ya produce entre 3 y 4 toneladas de aceite de pulpa.

«Y con la ingeniería genética se puede doblar tranquilamente esa rentabilidad», asevera Luiz Henrique Berton, el investigador de la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de São Paulo (Fapesp) para el cultivo de coyol en el Instituto Agronómico de Campinas (IAC).

La soja, por ejemplo, es la principal materia prima para biocombustible en Brasil y arroja 600 kilos de aceite por hectárea.  Incluso después de 50 años de mejoramiento genético, su cultivo aún requiere de 60 litros diarios de agua durante todo el año y no consigue superar las cinco toneladas.

Otra ventaja del coyol es su follaje, que al ser más delgado que el de la palmera africana (de la que se extrae el aceite de palma), permite que se cultive junto al pasto. Esto sería útil en sistemas enfocados en la ganadería y dirigidos a la inclusión social de pequeños agricultores.

Este es uno de los objetivos de un proyecto en Minas Gerais que fue seleccionado por el Banco Mundial y que ya ha recaudado US$6 millones en inversiones para impulsar una cadena de producción de coyol en el país.

 

Fuente BBC

 

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