En el paraje agrícola de la Rivera del río Culiacán, Sinaloa se ha comenzado a producir maíz amarillo como parte del proyecto de agricultura sustentable de la estadounidense Kellogg’s, que busca potenciar la compra local de este insumo vital para su producción de cereal.
Kellogg’s es la primera multinacional que llega a esta región de abundantes cosechas, pero no es la única que intenta implementar un plan para tener proveedores locales que le surtan ininterrumpidamente una materia prima de calidad y reducir sus importaciones.
El terreno conocido como Vega del Río es el lugar perfecto. Además de un clima benévolo, agua en abundancia y tierras planas, aquí los pobladores tienen fama de emprendedores. Estas cualidades ya les permitieron convertirse, en menos de tres años, en el mayor productor de maíz de México, rebasando a Jalisco, indicó el doctor Ramón Soriano Robles, investigador en Recursos Socioambientales y Sustentabilidad, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). “Vieron que los precios del maíz subían y comenzaron a sembrarlo”,.
En pocos años pasaron de cinco a 11 toneladas por hectárea (tons/ha), gracias a una combinación de factores, que van desde el clima hasta el uso de la tecnología y de semillas mejoradas, tercia Jorge Lugo, presidente de la Fundación Produce Sinaloa, dedicada a promover la innovación tecnológica en ese estado, y uno de los propietarios de los terrenos en Vega del Río. “Ya somos campeones en producción y calidad”, afirma.
Cuando Kellogg’s llegó a la región para invitarlos a su proyecto, muchos productores se sumaron y, este año, los Lugo y otros van a entregar su primera cosecha de maíz amarillo. A cambio, van a recibir estímulos monetarios, equivalentes a lo que le costaría a la compañía traer el maíz de Estados Unidos, así como asesoría técnica y tecnológica para elevar los rendimientos.
Kellogg’s lanzó, en 2017, su proyecto “Apoyo al abastecimiento responsable y agricultura sustentable de maíz en México”, como parte de su estrategia mundial de garantizar la entrega de 10 insumos clave que digieren sus plantas, como maíz, arroz y trigo. Hoy tiene 35 proyectos similares por el mundo, incluyendo América Latina.
En México se ha gastado más de 250 millones de pesos (mdp) y tardado dos años en articular el Business Continuity Plan, elaborado en asociación con CIMMYT, una organización internacional, independiente y no lucrativa, especializada en investigación agrícola, surgida en México a mediados del siglo pasado.
“Teníamos que cuadrar las cuentas hasta encontrar la viabilidad financiera a todas las partes”, dice Bram Govaerts, representante del CIMMYT en América Latina y México para el Programa de Intensificación Sustentable.
Este centro es un socio clave, pues ha diseñado proyectos de agricultura sustentable de alto impacto. “No es un socio cualquiera: es un desarrollador de semillas que también tiene la capacidad de influir a las comunidades”, dice Alberto Raich, vicepresidente de Mercadotecnia, Ventas e Innovación para América Latina de Kellogg’s.
CIMMYT lleva varios años trabajando con MasAgro, un programa gubernamental de SAGARPA, para levantar proyectos sustentables; pero el proyecto con Kellogg’s es su contrato más grande e importante.
Dicho contrato abre una nueva etapa para el centro, afirma Alberto López Saavedra, gerente de relaciones público-privadas del programa de mejoramiento de CIMMYT, pues otras empresas, sobre todo mexicanas, se han interesado en construir modelos similares. “Estamos en pláticas con Gruma y Bimbo”, comenta.
El modelo que propone CIMMYT está basado en utilizar la agricultura de conservación tradicional, pero agregándole conocimiento científico y tecnológico. Sus tres pilares son: un medio ambiente sano, viabilidad económica y mejoras sociales para los agricultores, lo que combina tres conceptos ideológicamente irreconciliables: maximizar los rendimientos de la tierra, cuidar el medio ambiente y asegurar la subsistencia de los campesinos.