Entre lo malo que ha padecido el campo mexicano durante años, lustros, décadas… es la demagogia política plasmada en discursos y declaraciones de los funcionarios públicos y ejecutivos privados que tienen relación con el sector agropecuario.
Hoy que el “loquito pata suelta” de la extrema de derecha estadunidense (el presidente Donald Trump, para los “agroyuppies” bisoños) amenaza con modernizar, renegociar y hasta cancelar el Tratado de Libre Comercio que México y Canadá firmaron con aquel país hace más de 20 años, surgen las legisladores, empresarios y funcionarios del gobierno que se “envuelven en la bandera” mexicana y se lanzan contra nuestros principales socios comerciales diciendo: “El campo jamás será una ficha de cambio en cualquier negociación comercial presente o futura, porque es un pilar económico del desarrollo y progreso para el país”.
Recuerdan aquéllos que el sector agroalimentario registró un crecimiento del 6.4 % el año pasado; que en ese mismo año reportó exportaciones por 30 mil millones de dólares; que da empleo a más de 7 millones de personas; que llega a todos los rincones del país con progreso y oportunidades…y otras tantas cosas. ¡Beautiful, beautiful! Exclaman los “agroyuppies” de la primera y segunda generación.
La relación comercial con nuestros vecinos genera a México mil 500 millones de pesos diarios por ventas de productos alimenticios. Y si bien es cierto México le compra otros productos e insumos agrícolas, las cifras no son comparables. Durante los más de 20 años de vigencia del TLC México construyó una cadena comercial con aquel país, que antes de la llegada de Trump a la Presidencia de la República parecía que nadie la podía romper. Pero hoy que amenaza con “romperlas”, es un asunto que debería preocuparnos.
La diversificación de nuestro comercio agroalimentario con otros países de América, Europa, Asia y otras partes del mundo, que sugieren y hasta presumen los funcionarios públicos para quitarnos la dependencia de los Estados Unidos, es una ilusión. Para empezar no se va a dar “de la noche a la mañana”, hay que construirla, y eso nos va a llevar muuuuchos años. Tal vez no tantos como los que nos llevó el TLC.
Potenciar el cultivo de granos y oleaginosas para disminuir paulatinamente su importación a través de esquemas de reconversión e incentivos productivos, como sugieren funcionarios públicos es demagogia pura.
Declarar entonces que “el campo no será ficha de cambio” es lo más absurdo que hemos escuchado, señalan los “agroyuppies” de la primera generación, entre ellos los que negociaron el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos en 1993. ¿Se les habrá olvidado que unas horas antes de que el Congreso de los Estados Unidos autorizará el TLC en 1993, nuestros vecinos nos madrugaron con una ficha de cambio?