Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo del Campo Mexicano
Entre todo lo bueno que ha dejado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en los más de 20 años de operación, es que el comercio agroalimentario con nuestros “partners” ha crecido de manera espectacular.
La Sagarpa explicó hace unos días la importancia de la relación comercial en dicho sector: En 2016 el mercado agroalimentario mexicano entre México y Estados Unidos alcanzó su mejor nivel al totalizar 42 mil 785 millones de dólares (entre exportaciones e importaciones), lo que representó un crecimiento a tasa anual de 5 por ciento; las exportaciones agroalimentarias que realizó México a la nación vecina alcanzaron los 24 mil 874 millones de dólares, lo que significó un aumento con relación al año previo de 8 por ciento, así como el 58.1 por ciento del comercio total efectuado entre los dos países. México obtuvo un superávit en la balanza comercial agroalimentaria de 6 mil 964 millones de dólares, un avance de 34 por ciento en relación al saldo obtenido en 2015.
Más aún, de 2013 a 2016, México registró un crecimiento sostenido en su superávit agroalimentario con Estados Unidos, al pasar de mil 85 millones de dólares, a los casi siete mil millones de dólares registrados el año pasado, lo que equivale a una Tasa Media de Crecimiento Anual (TMC) en los últimos cuatro años de 59.2 por ciento.
Hace un par de semanas el Gobierno Federal, a través de la Sagarpa, anunció una estrategia para diversificar nuestros mercados en más de 160 países –el cual comentamos en este espacio la semana pasada–, para llegar fortalecidos a la renegociación del TLC, dijeron los presentadores.
Por supuesto que no está mal la diversificación. De hecho, debimos haberla empezado el mismo día que se firmó el TLC, para que nuestra dependencia con los Estados Unidos no fuera tan relevante, económica y socialmente hablando, como ahora. Pero “nos dormimos en nuestros laureles”. Bueno, nos ilusionamos con la apertura comercial con el entonces principal mercado del mundo que tenemos “a la vuelta de la esquina”.
La sugerencia que hacen los “agroyuppies” de la primera generación, es que los negociadores del Tratado de Libre Comercio deberían “echarle toda la carne al asador” para que México mantenga, en la medida de lo posible, en los más altos niveles el comercio con nuestros principales socios comerciales, pues como ilustran los datos de la Sagarpa, esos 42 mil 785 millones de dólares que vale el marcado agroalimentario, no son nada despreciables. Y tampoco lo son los casi 25 millones de los mismos billetes que se obtuvieron en 2016 por las exportaciones de productos agropecuarios.
Lo malo para el campo mexicano es que, a diferencia de 1993 cuando se negoció el TLC, hoy no tenemos funcionarios del Gobierno Federal competentes para renegociar tan importante asunto para millones de productores. Aunque, según los optimistas, la administración de Donald Trump tampoco tiene un buen equipo para este tema. ¿Y eso es bueno o malo? Preguntan los analistas bisoños del sector agroalimentario.