Con arena y agua salada, los agricultores del desierto del Neguev están alimentándose ellos mismos y muchos más en Europa.
Imagine una vasta expansión de arena y rocas, una tierra desolada desde la prehistoria. Aquí en el sitio cuyo nivel es el más bajo de todo el mundo, (más bajo que el mar mismo!) donde el sol brilla en promedio 355 días del año y por lo menos si se tiene suerte caerá una pulgada de lluvia, y donde las temperaturas diarias pueden llegar a 120 °F se ubica el desierto del Neguev, que comprende dos terceras partes de todo el territorio de Israel.
Y aquí es donde Kalman Eisenmann vive tranquilamente sus días, cultivando tomates, pimientos y melones. -Llámame “chaman” y no agricultor dice el señor Eisenmann, un miembro pionero del asentamiento Ne-ot Hakikar en el Mar Muerto. Con una sonrisa admirable, señala las arenas monótonas del desierto sobre las tierras de Ne-ot Hakikar y donde podemos ver una cosecha milagrosa.
Y de veras que parecen ser milagrosos los terrenos llenos de vegetales coloridos, madurados al calor del sol. Aún más sorprendente es la cosecha generada por medio de una ingeniería de riego con agua salada mezclada con agua dulce de los acuíferos subterráneos del Neguev. Eisenmann llama a esto “la divinidad de la ciencia moderna”.
La dramática transformación del desierto en áreas verdes con aguas salobregas es un milagro tecnológico y biológico. Representa una revolución en el sistema del manejo de la tierra y los recursos del agua en ambientes desérticos. Y aunque alguna vez el desierto del Neguev fue declarado inhabitable al día de hoy (1987 n.t.) es el hogar de aproximadamente 445,000 judíos y 55 mil beduinos que componen aproximadamente 250 asentamientos dedicados a la agricultura.
El agua que se riega en el desierto del Neguev tiene 20 veces más sal que el agua potable. La desalinización es muy cara así que hemos desarrollado variedades de plantas que absorben agua pero no sal; dice Menachem Perlmutter, el arquitecto de los asentamientos del Neguev. -Pero, agrega, -nos tomó seis años de tormentas de arena y malas cosechas antes que pudiéramos balancear la biodinámica del agua, nutrientes, sal y sol.
En el Centro Experimental de Agricultura Ramat HaNeguev , bajo un brillante cielo azul, Haim Zaban, un experto israelí en agua salada y una de las autoridades mundiales en agronomía nos muestra sus “plantas del desierto”. Moviendo un manojo de espárragos dice: “se ve bien y tienen muy buen sabor. Además si éstos no fueran deliciosos a nadie le importaría como lucen”.
En la agricultura con agua salada, existe un control a del nivel de sal al bombear contenido azucarado que agrega sabor a las frutas y vegetales, explica el doctor Zaban. He enterrado, salado, quemando al sol, abogado, y castigado una enorme cantidad de plantas y semillas con el fin de perfeccionar este tipo de cultivo en el desierto. Entre estos se puede mencionar el premiado tomate del Neguev en Europa por su excelente sabor y larga duración en las estanterías de los supermercados.
De regreso en el asentamiento Ne-ot Hakikar, Eisenmann camina por un campo que despide un fuerte olor a cebollas y nos muestra lo que parece ser una enorme jaula de pájaros ubicada en un banco metálico, esta es una computadora alimentada con corriente solar de la empresa Motorola Israel Limited. —La llamo, “Einstein”. – Es el cerebro de todos nuestros cultivos.
Esta computadora automáticamente irriga los campos. Es como cultivar sin quitar nunca el ojo de la planta, mantiene una constante fertilización y riego de agua salada en cada planta de forma individual, el agua llega directamente a sus raíces por medio de unos pequeñísimos tubos plásticos y maneja también un método de anti evaporación desarrollado en Israel en los años 60 y que ahora se utiliza en todo el mundo.
Al irrigar directamente a las raices, se resuelve el problema de quemar las plantas con la sal,especialmente sus hojas, también aleja las plagas que buscan plantas frescas y otras enfermedades que se juntan en los lugares donde se acumula polvo en la misma planta.
Y con esto, dice mostrándonos una especie de calculadora que es en realidad un control remoto, dice: puedo manejar la computadora desde mi sala de estar. La irrigación genética ha ayudado a no desperdiciar ni una gota de agua. Lo verde intenso contrasta con el color del desierto, 4000 árboles enanos, de durazno densamente plantados en una manzana de terreno, proveen la misma cantidad de fruta por árbol como 160 árboles normales. Cerca de allí, unas plantaciones de trigo pequeño son capaces de producir 35% más por manzana que las plantas de tamaño normal en otras partes del mundo cuando están listas para cosecha.
En los años recientes, el cultivo con riegos de agua salada ha alcanzado récords y permitido que Israel exporte hasta el 50% de lo que produce en las cosechas. Ahora existen también campos de algodón que compiten con los ubicados en California, Arizona y Egipto; los sembradíos de maní son cuatro veces más grandes que los que están ubicados en Estados Unidos. En pocos años el Neguev será el granero de vegetales de Europa dice Shula Shacham, quien vive con su familia en el asentamiento Ein Yahav, al sur de Ne-ot Hakikar.
Tres veces al año, en Ein Yahav exporta melones, tomates, pimientos, dátiles, aguacates y otras clases de verduras o frutas hacia Europa mucho antes que las cosechas locales en esos países lleguen a los supermercados. Cada agricultor en el asentamiento cosecha tres o cuatro veces al año y cultiva por lo menos cuatro o cinco veces más que lo que un agricultor en Estados Unidos puede obtener al año.
Incluso mi hija más pequeña es un ingeniero que produce comidas sofisticadas, dice la señora Shacham, mientras le envía a revisar las plantaciones de melón cercanas.
Luego nos muestra un terreno para cultivo que está siendo preparado, ahora se han plantado allí palmas de dátiles como una manera de combatir el viento y la erosión. Más adelante, los tractores prestados por el Fondo Nacional Judío, la agencia de tierras israelí, nivelará la tierra desértica antes de empezar a plantar otra clase de semilla. Mientras hablamos su hija regresa y le entrega una enorme sandía madura.
“Calidad de exportación” exclama! Mientras lo corta y nos ofrece un pedazo.
Los regadíos de agua salada del desierto del Neguev consumen aproximadamente 300 millones de metros cúbicos al año. Se supone que existen grandes depósitos de bajo de todos los desiertos incluyendo el Sahara en África, donde las sequías y el hambre son comunes y las raciones de comida inadecuadas. Aquí en Israel, la desertificación le ha robado a las arenas millones de manzana de terreno, y cada año aumenta las tierras dedicadas a la agricultura.
Por tal motivo, el mundo está volteando sus ojos hacia el éxito en Israel y especialmente los cultivos en el desierto del Neguev, como un ejemplo para combatir los problemas de hambre en las zonas del mundo donde existe mayor aridez. La Sociedad Americana para la Ciencia de la Horticultura recientemente llamó a la agricultura automatizada en Israel “uno de los avances más significativos en la producción de comida en los pasados 100 años”.
Por poner sólo un ejemplo, con la colaboración del departamento de agricultura de los Estados Unidos los agricultores israelitas están ayudando a las familias de los indios Navajo en el desierto de Arizona a utilizar mejor sus recursos acuíferos.
Tahal, una compañía israelí líder en agricultura está ayudando a localizar fuentes subterráneas de agua e instalar sistemas de bombeo y de esa manera diversificar la agricultura local en partes desérticas del Estado de Texas.
De manera callada y tratando de tender puentes políticos, agrónomos israelíes están entrenando a personas en 54 países alrededor del mundo, muchos de ellos sin relaciones diplomáticas de ninguna clase con Israel. Son buenas nuevas dice Perlmutter, el agricultor científico. Al inicio nuestra idea era nada más convertir una supuesta maldición en bendición.