No hay nada como una tortilla recién hecha. Cómo se antoja enrollarla con las dos manos y disfrutarla mordida a mordida.
La tortilla forma parte de nuestra historia, de nuestra cocina y de la vida diaria porque es un alimento versátil hasta en sus presentaciones.
Tenemos la clásica tortilla amarilla de maíz de nixtamal, que combina con todo y es reconocida como el segundo alimento con mayor aporte de calcio después de la leche. Se dice que el nixtamal revolucionó nuestra civilización, pues con ello la planta de maíz dejó de ser un vegetal de origen mesoamericano y pasó a formar parte de nuestra alimentación.
La tortilla blanca tiene su encanto. Dicen que cada día son menos los indígenas que recibieron de generación a generación el conocimiento, la magia y los secretos de las tortillas hechas a mano. Esta tradición artesanal consiste en una molienda en metate, torteado y cocción en comal y fuego de leña.
Una favorita de nuestros antepasados era la tortilla azul. Hoy fácil de identificar en los mercados por su variedad de tonos que van del gris al azul. Por su color y sabor dan a cualquier platillo un toque sofisticado.
Otra versión es la tortilla de harina de trigo, un reflejo del mestizaje cultural y de la influencia árabe durante la Conquista. Ideal para preparar quesadillas, burritos y acompañar la carne asada, como lo hacen en el norte del país.
También tenemos la tortilla de nopal, considerada como un alimento funcional. Su fibra ayuda a la buena digestión, puede disminuir los niveles de colesterol y contiene vitaminas y minerales como calcio y hierro, entre otros.
Sea cual sea tu versión favorita, la tortilla es protagonista de botanas, desayunos, comidas, cenas y antojos.