Las impresoras 3D es uno de los inventos tecnológicos más relevantes de los últimos años, pues con ellos se puede fabricar prácticamente de todo, desde órganos humanos hasta herramientas, pasando por comida.
Esta es una de las aplicaciones más revolucionarias de la impresión 3D no sólo por lo rápido que resulta, sino por los beneficios que puede aportar al desarrollar alimentos más sostenibles porque se pretende recurrir al uso de insectos y carne fabricada en laboratorio como materias primas.
La compañía holandesa ByFlow fue quien creó esta impresora 3D, el modelo cuesta US$4.000 y la empresa ya ha vendido más de 100 unidades, muchas de ellas a cocinas de restaurantes profesionales.
Esta impresora está cargada con cartuchos llenos de pastas comestibles que se imprimen con formas específicas; la máquina puede, por ejemplo, imprimir una zanahoria utilizando pasta de remolacha.
Pero si se lleva este concepto más lejos y se imprimen alimentos con la cantidad perfecta de calorías, grasas, proteínas y vitaminas que le corresponden, podrían llegar a ser todo un éxito, pues los diseñadores de alimentos del futuro podrán desarrollar comida que sea “hiperindividualizada”; es decir, alimentos diseñados para darle a una persona específica el contenido nutricional exacto que necesitan.
Además, si la gente compra solo la comida que necesita, se desperdiciarían menos alimentos; ya que la idea es consumir alimentos hechos a medida, sería muy popular entre aquellos que siguen una dieta.
Si estos platos se pudiesen preparar de forma automatizada, podrían despertar el interés de un público más amplio; el rol del diseñador de alimentos en este caso sería crear formas de adaptar los productos para cada persona y encontrar la manera de que estos sean apetecibles.
Las posibilidades son infinitas, sólo resta ver cuánta gente estaría dispuesta a adoptarse a esta clase de dieta, ya que la comida es uno de los pocos ámbitos en los que a la gran mayoría le cuesta experimentar.