La industria del tomate es igual que la de la gasolina: en ambas existen distintos procedimientos de refinado. Diferentes calidades cuyos criterios de concentración, color, viscosidad y homogeneidad varían muchísimo. Además. el consumidor final desconoce muchas veces el país de origen de lo que consume .
En el caso del tomate todo se complica mucho más. Nos guiamos por algunas etiquetas espejismo con tomates gordos, brillantes, pintados con un hermoso color rojo.
Su consumo (tan globalizado como el fútbol) oculta, según la investigación del periodista francés Jean Baptiste Malet (Toulon, 1987), una mano de obra semiesclava, un mercado ultracompetitivo de productos concentrados liderado por China, empresarios italianos que funcionan como un cártel y un cliente que muchas veces es engañado. Un ejemplo, en países como Ghana, Malet constata que se venden millones de latas chinas que tienen sólo un 31% de tomate y un 69% de aditivos (soja, almidón, dextrosa, colorantes…) cuando sus etiquetas anuncian que sólo contienen tomate y un poco de sal.
«En China, los recolectores de tomate industrial son niños o prisioneros de laogai, el gulag chino. Estos se procesan en barriles y son comprados por las grandes multinacionales de la alimentación», explica Malet, autor de El imperio del oro rojo(Ediciones Península). Una investigación de dos años por cuatro continentes en los que ha entrevistado a agricultores, científicos, comerciantes y hasta militares en busca de una estela tomatera que mueve 10.000 millones de dólares y riega a 160 países del mundo.
Piense en tomate. Una huerta murciana o almeriense, sol, un fruto rojo, redondo, con sabor. Pues el tomate industrial de muchas conservas es menos seductor, no es simplemente la trituración de unos kilos de tomate guardados en una lata. Una gran producción de la industria se procesa en grandes fábricas de Xinjiang, el Far West de China, bajo el control de altos mandos del ejército popular. En su I+D alimentario esta baya roja es alargada, pesa más y tiene una densidad más alta porque cuenta con menos agua. Todo, incluso su manipulación genética, tiene el objetivo de maximizar su procesado y transporte a través de medio mundo.
Si usted en el supermercado palpa los tomates buscando que sean jugosos, la industria del procesado hace lo contrario. Sus fábricas llevan a cabo su evaporaciónpara lograr una pasta muy densa. Un tomate de industria contiene, según estimaciones de Malet, un 5-6% de materia seca y un 94-95% de agua. Los dobles concentradosson pastas cuya proporción entre materia seca y agua es superior al 28%. En los triples concentrados sobrepasa el 36%.
La demanda mundial de este producto representativo del capitalismo global crece anualmente un 3%. Todos queremos tomate. Detrás de la salsa de los espaguetis, del ketchup o de la base de la pizza sobrevuela una guerra comercial despiadada. Un país como China, en el que el tomate no tiene mercado interno dado el escaso protagonismo en su dieta, en los 90 se lanzó salvajemente a su conquista. ¿Por qué? Es una pregunta que trata de despejar Malet a lo largo del libro.
La guerra geoestratégica del oro rojo tiene sus superpotencias. Y no todas son países con bandera y asiento en la ONU. La agromafia también se mueve con poderosos tentáculos.
Malet denuncia que hay productos alimentarios, desde el aceite de oliva hasta verduras o frutas, comercializados con el prestigioso sello comercial made in Italy que esconden una terrible explotación laboral. Ésta afectaría tanto a italianos como a inmigrantes ilegales del África subsahariana. Se denomina el caporalato, una técnica de apropiación ilegal del mercado. A pesar de ser combatido por el estado, el caporalatoes santo y seña del negocio de conservas de tomate, cuya mayor producción se localiza en el sur de Italia.
Este periodista se pregunta cómo una caja de tomate que recorre 100 kilómetros entre Foggia y Salerno puede ser más barata que un tomate español procesado en una planta moderna y eficiente. Algo falla. «El Gobierno y la industria españoles deberían estudiar de cerca los costes de producción de tomates pelados en Italia porque la competencia de los italianos a veces es injusta», dice Malet por email. Según sus datos, millones de latas son una salida ideal para el lavado de dinero porque su transporte es sencillo y puede venderse por debajo de precio de coste.